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domingo, 27 de marzo de 2011

El Autorreconocimiento


En las escuelas no nos enseñan a querernos, a amarnos ni a respetarnos como seres humanos dignos por el hecho de existir y estar aquí. La masificación anestesiada de la sociedad centrada en el tener, hace que todo sea tan normativo y adaptado a lo que demanda la industria que se escapen valores esenciales como cuidarnos, dedicarnos tiempo, darnos mimos, mirarnos a un espejo y decirnos espontáneamente un “te quiero”, un “estoy orgulloso de ti por lo que hiciste el otro día” o “lo que escribiste sirvió a mucha gente” o “tu sonrisa es natural y preciosa”, o “tu calidad humana es desbordante”. Incluso está mal visto, resulta inapropiado e incluso te llaman engreído si exclamas cuanto te quieres.

La autorrecompensa, el estímulo hacia uno mismo, la autoconfianza quedan mutilados por los ecos de una civilización centrada en competencias, habilidades y capacidades estandarizadas que resquebrajan tú creatividad y talento. Caemos por imperativo humano en la modestia autodestructiva al negar nuestras virtudes. Nos hacemos víctimas de nosotros mismos cuando la evaluación de nuestra estructura la dejamos en manos de cualquiera. El valor negativo de no reconocernos se convierte en habituación y se perpetua en el cerebro como modo vida, salir de tu círculo de influencia provoca incomodidad, miedo a lo desconocido, miedo al rechazo. Al final tu propio autoengaño hace que inconscientemente crees situaciones para que se cumpla la profecía proyectada y confirmes tu mentira aprehendida. 

Pero aunque sigas manteniéndote en un camarote de un barco un poco oxidado amarrado a puerto, Dios te dio unas cartas de vida para jugarlas a tu antojo con total libertad. Si decides aventurarte y coger el timón, puede que haya marejada, temporal y viento fuerte pues las cosas de la mar son espontáneas, a diferencia de una sociedad apegada al tradicionalismo. Aún así, podrás hacerte cargo de la situación y gobernar el barco con tu propia responsabilidad, a lo mejor no sabes hacia dónde ir, pero por primera vez sentirás el viento de la libertad, la pasión y el disfrute del viaje. Y cuando el mar esté en calma y en silencio quizás venga un delfín a traerte un mensaje para recordarte quién eres y cuál es tu misión. 

Un abrazo fuerte a todos.

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